Un misterio llamado Muerte


*por Santiago E.Riobó

Hay cosas en la vida que no podemos comprender ni nunca podremos, porque superan en una forma u otra nuestra capacidad de comprensión.
La muerte es una de ellas. Cuando nos encontramos cara a cara con la muerte de un ser querido no podemos aceptar que nunca más lo tendremos con nosotros, se nos ocurre pensar que esta de viaje, que se fue a otro lado o que simplemente esta durmiendo, pero ¡cuanto nos cuesta aceptar la muerte!
Esta actitud es totalmente humana y natural, pero lo cierto es que no es real. Situaciones como estas nos hace pensar en Algo superior a nosotros, mas poderoso y que esta por encima de nuestro entendimiento.
Me gustaría desarrollar una comparación que creo que es valida para esta ocasión y que se la escuche en una oportunidad a Mamerto Menapace.
Imaginemos a los bebitos que están aún en el seno de su madre, el nacimiento constituye para ellos un misterio incomprensible, ninguno puede sospechar todo lo que vivirá y gozará aquí afuera.
Para ellos, el vientre materno es “su mundo”, es enorme y no se imaginan otra cosa superior a esa situación, están acostumbrados a vivir ahí. Por eso mismo sienten un gran desconcierto al momento del parto e incluso nacen llorando.
Algunos bebes escépticos dirían que el parto es el fin absoluto y que en ese momento todo lo bueno se pierde.
Nosotros que hemos nacido y pasado ese momento sabemos que en definitiva se pierden algunas pequeñas cosas, pero se gana una inmensidad de nuevas experiencias. Pero quién de bebito podía imaginar todo esto, estaba mas allá de nuestra capacidad de entender.
Las similitudes entre el pensamiento que podría tener un bebito en el seno materno con respecto al parto, y nuestro pensamiento con respecto a la muerte son muchísimas, demasiadas.
¿No será que la naturaleza, como buena madre, nos quiere enseñar algo?, es bueno estar atento a lo que nos intenta decir y saber aprovechar sus enseñanzas.
Es cierto, a la madre el parto le ocasiona dolor y sufrimiento, pero la alegría de que su hijo pueda gozar de la vida es superior a todo.
No podemos entender, sufrimos mucho la perdida de un ser querido. ¿No tendríamos que estar alegres porque él dio un paso hacia otra etapa, pasó este parto? ¿Y ante nuestra propia muerte? ¿Cómo debemos enfrentar nuestro propio parto?
Si hubiéramos sabido en aquél entonces lo que nos aguardaba aquí afuera, me imagino que por lo menos nos hubiéramos preparado para que al llegar el momento estemos en perfectas condiciones para dar el gran paso.
Me gustaría acotar que, por esto mismo, toda persona tiene derecho a morir naturalmente, pues se le debe respetar sus tiempos para dar este gran paso en buenas condiciones.
¿Podrían algunos escépticos decir que en la muerte está el fin de todo? No podemos dudar de que hay otra etapa, ni que hay Algo superior que va mas allá de nuestro alcance.
Nunca podremos entenderlo acabadamente hasta que no lo vivamos, pero debemos creer que hay Algo detrás de esto y que seguramente es mejor. Y aunque suframos cuando alguien se vaya sabremos que estará mejor.
Sepamos, también, estar preparados para cuando nos toque dar el salto a nosotros. Confiemos en ese Algo superior, que también nos hizo nacer a esta vida, y estemos listos para poder superar perfectamente el misterioso parto de la muerte.


Nota del autor: Quiero dedicarle este artículo a mis dos abuelas, que han sabido sobrellevar, con dolor pero con fe, la muerte que les ha tocado muy de cerca.